miércoles

AMOR - RESPETO - TEMOR


Desde el mismo momento en que nos enteramos de nuestra futura paternidad, empezamos a dirimir el conflicto entre seguir las mismas pautas de crianza con las que nos educaron o hacer todo lo contrario si no estuvimos de acuerdo con nuestros padres, lo que encontramos con el pasar del tiempo es que muchas veces terminamos sin intención repitiendo los errores que ellos cometieron. Generalmente se da por sentado que uno de los padres o cuidadores educa con amor y el otro corrige con temor, sin embargo aunque este sea un modelo que se haya perpetuado a través de los tiempos, no quiere decir que sea la manera correcta de asumir el rol paterno o materno.

Existen tres maneras de educar que se en tres maneras de establecer la relación con nuestros hijos e hijas; el temor, el respeto o el amor. Todas ellas poseen aspectos positivos o negativos que son los que generan el conflicto real al que nos vemos enfrentados a la hora de la formación de los niños y jóvenes, vamos a analizar cada una de ellas:

Muchos padres consideran de manera acertada que a los hijos debemos ponerles limites, sin embargo erran al pensar que estos límites deben ser impuestos sin consideración alguna y deben cumplirse solo porque son las reglas de la casa y que son los adultos los únicos que están en capacidad de evaluarlas y modificarlas, consideran que el trabajo del hijo es seguirlas y cuando se toma el atrevimiento de cuestionarlas se considera como un acto de rebeldía que debe ser castigado. El castigo ante la falta es elegido también por el padre, el cual es generalmente mayor en proporción respecto a la falta, y va acompañado de maltrato verbal porque el padre responde en momentos en los que está enojado, su autoestima y su poder han sido atacados, por eso con el objetivo de mostrarle quien tiene el control total de la situación, generalmente estos padres cierran toda posibilidad al vínculo emocional con el hijo/a pues creen que hacerlo es mostrarles debilidad y entonces ellos encontrarán la manera de aprovecharse de ello y saltarse las reglas, las cuales regularmente no tienen en cuenta la edad, el avance en el tiempo, las responsabilidad y la madurez del joven. Esta situación funciona por algún tiempo, mientras el niño es pequeño se limita a acatar las órdenes porque al evaluar su situación se da cuenta que su padre es mayor en tamaño, mas fuerte, con mayor conocimiento y es el único circulo social que conoce, por eso tiene todas las de perder, el padre continua porque cree tener éxito en su labor.

Este tipo de relación anula totalmente la confianza y rompe toda posibilidad de diálogo. Así que en el momento en el que el adolescente reconozca su propia fuerza, su estatura, madurez e inteligencia llegará el momento tan esperado de rebelarse y la relación se convertirá en una batalla campal en la que al adulto no le queda más que reconocer ser superado por su hijo/a. El joven educado en el temor, aprendió a establecer relaciones basadas en el temor, en la agresión y en el control, así que presentará enormes dificultades para establecer relaciones de pareja sanas, creerá que como a sus padres ahora todos le deben obediencia, querrá mantener el control del otro sintiendo que le pertenece, generando celotipia y maltrato o por el contrario continuará su actitud sumisa a lo largo de su vida permitiendo que sean otros quienes tomen las decisiones por él o ella, recibiendo golpes y maltratos pues aceptó su vida de esa manera. No sabrá tomar decisiones pues nunca le enseñaron a hacerlo, su autoestima estará enormemente disminuida, no tendrá auto respeto ni metas porque eran otros quienes las elegían. Por otro lado, el padre se dará cuenta demasiado tarde del fallo en la relación y en virtud del mantenimiento del control que ya no existe alejará aún más a su hijo/a en el momento en el que más lo necesita.

Otros padres reconocen que la educación debe estar basada en el amor, pero en alguna ocasiones piensan que se trata de ese amor incondicional que acepta todo, en el que son los padres quienes se deben a sus hijos por lo que cumplen todos sus requerimientos y sus condiciones con el único objetivo que tengan lo que ellos no tuvieron. Se convierten en padres demasiado permisivos que sobrepasan fácilmente el límite entre la confianza y la falta de interés, enviando mensajes equivocados confundiendo al niño o niña. Es completamente cierto que la relación con nuestros hijos debe estar basada en el amor, pero para hacerlo se debe entender realmente el significado de la palabra amor. Un padre permisivo se siente incomodo si su hijo "sufre", si llora o se angustia cuando algo no le sale bien, si no obtiene lo que desea, aceptan un grito y hasta un insulto y lo ignora con el fin de ahorrarse la discusión, le dan todo sin pensar si siempre van a poder hacerlo, "el amor lo puede todo"es una de las premisas principales de este tipo de padres. Sin embargo sin mala intensión están educando niños dependientes, inseguros, incapaces de tomar sus propias decisiones, con baja tolerancia a la frustración, aquellos seres humanos que creen ser el centro del mundo y quienes esperan tenerlo todo al alcance sin ningún tipo de esfuerzo, estos seres humanos generalmente mantienen relaciones de apego inseguras, no son capaces de aceptar la opinión de otros o respetar las necesidades de los demás porque sienten que las suyas siempre serán las mas importantes.

Por ultimo una educación sentada sobre la base del respeto es aquella que entiende que estamos tratando con seres humanos y que todo aquello que hagamos o dejemos de hacer se convierte cada vez en mas importante para desarrollar los valores del otro. Se trata de reciprocidad, de ver todo lo que el niño nos enseña, escucharlo y entender sus deseos, aterrizarlos y ayudarle a lograrlos o a recanalizarlos, el niño/a sabe que existen cosas que no están permitidas pero también entiende porque no lo están y si existe alguna posibilidad más adelante de obtenerlas. No se trata aquí de negociarlo todo, se trata de ir al fondo y ver mas allá del presente, "este momento, esta pataleta, como la puedo utilizar en benefició del desarrollo emocional de mi hijo? que podemos aprender de esto?", en lugar de elegir por él, le enseña a elegir, le da opciones y lo orienta. En lugar de discutir con él empieza a conocer a su hijo, que le funciona, como comprende su realidad, elige consecuencias acordes con las acciones y las aplica con una actitud segura y firme.

Un padre que utilice este tipo de educación logra equilibrar los límites y el afecto de tal manera que a futuro sus hijos sean seres autónomos e independientes pero también cariñosos y empáticos, un hijo debe aprender las consecuencias de sus acciones, debe aprender que no siempre va a ganar pero que entre más se esfuerce más podrán mejorar sus oportunidades de éxito, reconocerá que debe respetar a los demás, entre ellos sus padres por el simple hecho de ser seres vivos y no porque se lo exigen, sabrá identificar lo bueno de lo malo y creará con su familia un lazo de unión incondicional, una identidad propia, un circulo de confianza y amor.

“NO ME ESCUHAS…. NO PUEDO HABLAR CONTIGO”


Cuando nuestros hijos tienen alrededor de los 10 u 11 años nos empezamos a preguntar qué paso? La relación con mi hijo/a era fabulosa, me hablaba, confiaba en mí, me contaba todo y ahora, porque no lo hace? Porque se aísla, me tiene secretos? O podemos preguntarnos cual es el momento ideal para fortalecer la relación de confianza con mi hijo o hija, autorizando que el novio la visite en casa a los 17 o brindándole un trago en navidad a los 14 porque ya es “grande” para tomar con el papá?

Definitivamente nos hemos olvidado que el momento propicio para iniciar la creación de una relación de confianza con nuestros hijos es desde su gestación, debemos recordar que los primeros años de vida el niño actúa como una esponja, absorbiendo toda la información de su medio, el bebé asume dentro de su propio repertorio todo lo que recibe de los demás y especialmente de sus seres más cercanos, las sonrisas, el juego, el percibirlo como un nuevo integrante de la familia con voz y voto desde el primer momento genera en el niño o niña sentido de identidad, que a la larga fortalece la comunicación y la confianza dentro de la familia, a veces pensamos que como son “tan” pequeños podemos tomar decisiones por ellos sin consultarlos, sin evaluar sus sentimientos, su estabilidad emocional o las consecuencias que nuestras acciones tengan para su vida, somos una familia, una pequeña sociedad, una pequeña empresa que solo funciona si se tiene en cuenta la opinión y participación de todos sus socios.

En la medida que van creciendo nuestro deber es estar atentos a todas sus historias, mostrar interés en su vida, en sus preocupaciones, a veces estamos tan cansados o tan preocupados que solo los dejamos hablar pero sin atenderlos realmente, pero son esos momentos los que le van diciendo al niño que puede confiar en nosotros, que puede contar con nosotros. Los adultos debemos mantener y fomentar, desde temprano, una comunicación sincera, expresiva, afectuosa y comprensiva con ellos, mediante conversaciones, diálogos, en los que se traten y discutan temas y problemas de su interés y se intercambien, con tolerancia y respeto, los diversos puntos de vista, con el ánimo del mutuo entendimiento y comprensión.

Cuando llega la pre adolescencia debemos acercarnos aún mas, acceder a ellos con mayor tiempo y amplitud de criterio, con una visión más abierta a su vida, la que ahora es su vida y no la nuestra, mostrar interés no es preparar un interrogatorio diariamente en forma inquisitoria violando su intimidad, es hacernos presentes en su mundo aprovechando los momentos en que esté más accesible, buscando las ocasiones, yendo hasta donde nos permita llegar pero dejando la puerta abierta para un acercamiento mas intimo, es hacerlos entender que siempre estaremos allí para ellos cuando lo requieran y esto debe ser cierto porque una sola vez que les fallemos, que no estemos ahí, que estemos demasiado ocupados para ellos, es suficiente para que se rompa el círculo de confianza. Pero cuando lo escuchemos también debemos estar en la disposición de evitar prejuicios, de no juzgar, de confiar en ellos y no exagerar las reacciones o sobredimensionar los problemas o las situaciones que no nos gusten o que nos parezcan peligrosas, ellos están constantemente evaluando nuestras respuestas, midiéndonos, conocen perfectamente hasta donde pueden llegar, hasta dónde va la confianza, antes de responder debemos estar seguros que si nos cuentan esta situación es porque les interesa contar con nosotros, muchas veces no quieren nuestra opinión, solamente saber que estamos con ellos y que los apoyamos, que confiamos en su criterio, eso les permite reconocer que si nos necesitan nos pueden buscar con tranquilidad, por eso debemos entender que el mundo continua, que no se ha estancado en la que era nuestra adolescencia y que los intereses, comportamientos y actitudes de aquel entonces, poco tienen que ver con los actuales, hablar un mismo lenguaje.

Investigaciones con jóvenes que han realizado intentos de suicidio demuestran que ante el embotellamiento en las dificultades los muchachos no han contado con el apoyo de su familia, aunque estaban en la condición de dárselo porque consideraban que sus padres “hablaban un lenguaje diferente, no estaban en la capacidad de entenderlos o son demasiado obstinados para comprenderlos” con frecuencia los jóvenes no se sienten vinculados a sus padres, no sienten que pertenecen a una familia y debemos recordar la enorme necesidad de aceptación en la etapa de la adolescencia y es deber de nosotros como padres de familia hacerlos sentir dentro del grupo, compartir con ellos eso que es único para nosotros, generarles identidad, no debemos esperar a que sea tarde, es en cada momento de su vida que debemos recordarles que pertenecen a nuestra vida, que somos incondicionales, tal vez los únicos en su vida social que realmente lo sean, por eso debemos evitar fallarles al máximo.