El adolescente desea construir su propio mundo, debido a su deseo de autoafirmación aparentemente muestra seguridad frente a sus decisiones, a veces son un poco intransigentes, sin embargo lo hacen simplemente como una respuesta a su propia inseguridad que si es leída con respeto por sus padres se puede convertir en una herramienta útil para generar confianza en la relación padre-hijo y en la relación del hijo consigo mismo. Este respeto es importante porque los jóvenes son excesivamente sensibles a la opinión social y las críticas, y si estas son en público los afectan mucho, en lugar de grandes discursos, regaños o interrogatorios sin sentido prefieren el dialogo, pero un dialogo sincero y honesto, respetando la opinión del otro, en una gesta dialéctica en la que no necesariamente se sabe de antemano quien será el ganador, buscan en sus padres modelos auténticos y son suficientemente inteligentes para identificar cuando lo que se dice no es congruente con las acciones, el padre no necesita ser héroe en esta etapa sino ser humano con principios y valores.
Su visión del futuro es bastante incierta, presentan una fuerte incertidumbre debido a que se ven obligados a tomar gran cantidad de decisiones que reconocen pueden cambiar su futuro, a veces se pueden sentir como pequeños niños queriendo salir a enfrentarse a un mundo para el que no saben si están preparados, pero su enorme deseo de experimentar los impulsa a hacerlo, es en este momento cuando más apoyo y afecto necesitan, porque estos les producirán la autoconfianza que requieren para salir a volar en el momento indicado, este es un punto contradictorio y difícil para el padre o madre porque generalmente son ellos quienes menos preparados están para la partida de su hijo y sus propios comportamientos de retención y duelo (por separación o soledad) producen efectos negativos en el joven haciéndolo más inseguro y por tanto menos preparado, a veces sin intención, aparecen frases que minan la autoconfianza del joven, “si serás capaz?”, “eres inmaduro”, “me necesitas”, “aun eres mi bebé”, “porque no haces/estudias otra cosa”, “en esta casa no tomas tus propias decisiones” induciéndolos a equivocaciones por haber sido forzados a responder como reto y rebeldía y no como una decisión personal y bien pensada. Muchas veces somos los padres quienes recordamos con más frecuencia a nuestros hijos sus debilidades y deficiencias y nos olvidamos de repetir con respeto y orgullo ante los demás y sobre todo ante ellos mismos las enormes cualidades, facultades y habilidades que poseen, nos quedamos en reconocerlas para nosotros mismos pero no comprendemos que ahora más que nunca él necesita oírlas espontáneamente y sin discursos tediosos.
QUE BUENO QUE EXISTEN ESTOS ARTÍCULOS
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